Nota de lectura: "Del cuento breve y sus alrededores" - Julio Cortázar
En el texto, Cortázar abarca los procesos que atraviesa un autor de cuentos cortos, detallando como algunos de ellos pueden hasta resultar tormentosos para los autores, quienes acechan incansablemente su concepción de momentos de inspiración o el "état second”.
Me detendré particularmente, en dos momentos del texto que llamaron mi atención:
"Recordé que siempre me han irritado los relatos donde los personajes tienen que quedarse como al margen mientras el narrador explica por su cuenta (aunque esa cuenta sea la mera explicación y no suponga interferencia demiúrgica) detalles o pasos de una situación a otra. El signo de un gran cuento me lo da eso que podríamos llamar su autarquía, el hecho de que el relato se ha desprendido del autor como una pompa de jabón de la pipa de yeso."
Aquí reflexiona sobre el por qué de su elección casi hasta inconsciente del uso reiterado de la primera persona y de cómo concluye en que la primera persona es el mejor método para resolver el problema, argumentando que es ahí donde "narración y acción son ahí una y la misma cosa".
"...Apelo entonces a mi propia situación de cuentista y veo a un hombre relativamente feliz y cotidiano, envuelto en las mismas pequeñeces y dentistas de todo habitante de una gran ciudad, que lee el periódico y se enamora y va al teatro y que de pronto, instantáneamente, en un viaje en el subte, en un café, en un sueño, en la oficina mientras revisa una traducción sospechosa acerca del analfabetismo en Tanzania, deja de ser él-y-su-circunstancia y sin razón alguna, sin preaviso, sin el aura de los epilépticos, sin la crispación que precede a las grandes jaquecas, sin nada que le dé tiempo a apretar los dientes y a respirar hondo, es un cuento, una masa informe sin palabras ni caras ni principio ni fin pero ya un cuento, algo que solamente puede ser un cuento y además en seguida, inmediatamente, Tanzania puede irse al demonio porque este hombre meterá una hoja de papel en la máquina y empezará a escribir aunque sus jefes y las Naciones Unidas en pleno le caigan por las orejas, aunque su mujer lo llame porque se está enfriando la sopa, aunque ocurran cosas tremendas en el mundo y haya que escuchar las informaciones radiales o bañarse o telefonear a los amigos".
En esta parte trata, lo que yo interpreto, como el enajenamiento para poder ser. El dejar de ser yo, para poder ser yo, un nuevo yo. El dejar de ver las cosas de cierta manera, para poder pararme en otro lado y verlas de una distinta. El enajenamiento propio, para poder "apropiarme" de los sentimientos de otro, y sólo entonces llegar a la genuina empatía.
Como reflexión personal, en mi corto tiempo siendo autor, o más bien jugando a ser autor. He atravesado algunas de los procesos señalados por Cortázar, pero también debo discrepar en otras cosas. Sí, uno de mis cuentos nació de una pesadilla a la que tuve que exorcizar para darle forma y hacerla comprensible para el lector. Sin embargo, otras veces no vislumbré mi idea como una masa sin forma a la que fui moldeando, si no que se fue dando más como un sendero en la oscuridad, donde la única linterna es el sentarme efectivamente a plasmar eso que tenía rondando en la cabeza por días. Ya que sólo llegado ese punto, es que usualmente termino por cambiar la mayoría de las cosas que tenía planeadas. A decir verdad, lo único que tengo "planeado" previo al momento de plasmar todo, es la intención de, como bien dice Cortázar, trasmitir algo de la primera persona que es mí vida, aunque esté encarnado en la figura de un tercero.
Me detendré particularmente, en dos momentos del texto que llamaron mi atención:
"Recordé que siempre me han irritado los relatos donde los personajes tienen que quedarse como al margen mientras el narrador explica por su cuenta (aunque esa cuenta sea la mera explicación y no suponga interferencia demiúrgica) detalles o pasos de una situación a otra. El signo de un gran cuento me lo da eso que podríamos llamar su autarquía, el hecho de que el relato se ha desprendido del autor como una pompa de jabón de la pipa de yeso."
Aquí reflexiona sobre el por qué de su elección casi hasta inconsciente del uso reiterado de la primera persona y de cómo concluye en que la primera persona es el mejor método para resolver el problema, argumentando que es ahí donde "narración y acción son ahí una y la misma cosa".
"...Apelo entonces a mi propia situación de cuentista y veo a un hombre relativamente feliz y cotidiano, envuelto en las mismas pequeñeces y dentistas de todo habitante de una gran ciudad, que lee el periódico y se enamora y va al teatro y que de pronto, instantáneamente, en un viaje en el subte, en un café, en un sueño, en la oficina mientras revisa una traducción sospechosa acerca del analfabetismo en Tanzania, deja de ser él-y-su-circunstancia y sin razón alguna, sin preaviso, sin el aura de los epilépticos, sin la crispación que precede a las grandes jaquecas, sin nada que le dé tiempo a apretar los dientes y a respirar hondo, es un cuento, una masa informe sin palabras ni caras ni principio ni fin pero ya un cuento, algo que solamente puede ser un cuento y además en seguida, inmediatamente, Tanzania puede irse al demonio porque este hombre meterá una hoja de papel en la máquina y empezará a escribir aunque sus jefes y las Naciones Unidas en pleno le caigan por las orejas, aunque su mujer lo llame porque se está enfriando la sopa, aunque ocurran cosas tremendas en el mundo y haya que escuchar las informaciones radiales o bañarse o telefonear a los amigos".
En esta parte trata, lo que yo interpreto, como el enajenamiento para poder ser. El dejar de ser yo, para poder ser yo, un nuevo yo. El dejar de ver las cosas de cierta manera, para poder pararme en otro lado y verlas de una distinta. El enajenamiento propio, para poder "apropiarme" de los sentimientos de otro, y sólo entonces llegar a la genuina empatía.
Como reflexión personal, en mi corto tiempo siendo autor, o más bien jugando a ser autor. He atravesado algunas de los procesos señalados por Cortázar, pero también debo discrepar en otras cosas. Sí, uno de mis cuentos nació de una pesadilla a la que tuve que exorcizar para darle forma y hacerla comprensible para el lector. Sin embargo, otras veces no vislumbré mi idea como una masa sin forma a la que fui moldeando, si no que se fue dando más como un sendero en la oscuridad, donde la única linterna es el sentarme efectivamente a plasmar eso que tenía rondando en la cabeza por días. Ya que sólo llegado ese punto, es que usualmente termino por cambiar la mayoría de las cosas que tenía planeadas. A decir verdad, lo único que tengo "planeado" previo al momento de plasmar todo, es la intención de, como bien dice Cortázar, trasmitir algo de la primera persona que es mí vida, aunque esté encarnado en la figura de un tercero.
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