Autobiografía o cómo forjar un individuo

Gianluca Orsetti
Comisión 07 
Modalidad individual
Primera escritura


Autobiografía o cómo forjar un individuo




Mi historia comienza durante el invierno del año 2000, con una coyuntura socioeconómica no muy favorable y que se estaba por poner peor. Mucho peor.
No obstante, en mí casa siempre se trató de mostrar que eso no era así, pues tanto mi padre como mi madre buscaron que mi hermana menor y yo vivamos en nuestro "mundo de chicos", y así fue... O más o menos.
A decir verdad no todo fue color de rosa. Vivíamos bien, pero por momentos se podía cortar la tensión en el aire con un cuchillo. Y si, en el "mundo de chicos" uno también se entera de esas cosas, aunque sea involuntariamente.

No recuerdo mucho del día a día y a veces prefiero no hacerlo tampoco, pero siempre atesoraré los cumpleaños, donde había una especie de acuerdo tácito para vivir, aunque sea por 24hs, una realidad distinta, donde no hay peleas ni enojos, donde todos están dedicados completamente a que todo "salga bien". Pensándolo bien, quizás lo que atesoro es como me sentía yo cuando procesaba todo eso a través de mis ojos de niño. Porque a veces, tan sólo a veces, nos prefiero ignorantes y felices.

Se suele decir que cada familia es un mundo, y en el mundo de mi familia, esta era sagrada. Cosa que siempre vi como algo positivo, ya que hice de ellos un pilar muy grande, mientras me nutría de sus formas de abarcar la vida.
En esa línea, mi abuela materna vive abajo de nuestra casa, por lo que siempre fue la niñera oficial cada vez que mis padres se ausentaban. Mientras que la casa de mis abuelos paternos era mi fuerte preferido, pues allí vivían ellos y mi tío Diego, el menor los 3 hermanos. Con ellos pasé incontables fines de semana, donde puedo cerrar los ojos y reencontrarme con las milanesas de la abuela, las tardes yendo a comprar golosinas al kiosco de la mano de mi abuelo o a mi tío tratando de transmitirme sus dos pasiones, que por supuesto ahora son mis pasiones también, River y el cine.



Por vivir en San Martín, o "el campo" como lo llaman mis amigos, siempre me tocó estar lejos de todo y de todos, lo que me hizo tener un cierto apego con la geografía desde chico y por supuesto, una motivación extra a manejarme solo también.
Es así que a los 13 años "caí" en la escuela pública, o más bien elegí el colegio Lengüitas, ya que me permitía desarrollarme en diversos idiomas. Este se encuentra en el barrio de Palermo, por lo que significaban dos horas y media de viaje diarias entre ida y vuelta.
El viaje era agotador, la supuesta excelencia académica que decía tener el colegio, en muchos aspectos, la había perdido hace años y sobre idiomas tanto no aprendí. Pero fue la mejor decisión que tomé en mi vida.
Fue en esa institución que encontré muchas de las herramientas fundamentales para formarme como persona. Conocí diversas formas de mirar el mundo, incluso provenientes de distintas partes del mismo, el valor de la verdadera amistad, tuve lo que muchos denominan "mi primer amor" y luego mí verdadero primer amor, más un sinfín de cosas que valoro cada día más a medida que pasa el tiempo.


Los tiempos cambian y nosotros también. Crecemos y cambiamos los gustos, las rutinas, los habitué, las compañías... Pero alguna cosas no cambian, algunas cosas encuentran la forma de aferrarse a nosotros como garrapatas, por lo menos un poco más, incluso cuando pasa el torbellino del tiempo.
Muchas cosas dignas del recuerdo cambiaron desde que ese chico de trece años "eligió su propia aventura" y terminó el secundario. Mis padres se divorciaron, tengo un medio hermano paternal, falleció la mujer que hace las mejores milanesas del mundo.
Pero también conservo algunas de esas molestas garrapatas, entre las que yace una que sería crucial para ese momento de mi vida, la de la indecisión. Fui y sigo siendo una persona indecisa que encuentra motor en la expectativa y la especulación por el miedo a que siempre haya algo mejor que no está viendo. Causante de haber pasado por siete deportes, diferentes instrumentos y múltiples momentos de incertidumbre. Pero el mayor de todos se daría a la hora de elegir qué definiría mí oficio por el resto de mí vida.
Para bien o para mal, he encontrado diversos mentores capaces de llevarme a la conclusión de que no hay una desición correcta. No existe tal cosa como planificar tu vida o abarcar la totalidad de las posibilidades, ya que jamás nos libraremos de las manos del azar por completo. 
Tan sólo entonces, nos queda replicar esa versión infantil nuestra, que descubre nuevas realidades diariamente como si de reliquias se trataran, para poder seguir construyéndonos a nosotros y a nuestra historia.

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